Del Circo Romano a la Arena Política: Un espectáculo en Oaxaca
Por Aquiles de Tesalia
La historia, en su largo y a veces tortuoso camino, ha demostrado que el entretenimiento y la política siempre han estado entrelazados en un baile sin fin. La Roma Antigua nos ofreció el Circo Romano, una arena donde gladiadores y fieras enfrentaban su destino ante una multitud sedienta de distracciones de la cruda realidad de su tiempo. Ahora, trasladémonos a nuestro tiempo y espacio, específicamente al evento ocurrido el pasado 24 de septiembre en el Auditorio Guelaguetza, durante la visita de Claudia Sheinbaum.
La política moderna ha tomado prestadas muchas páginas del libro del Circo Romano, donde los actores políticos se enfrentan no solo entre ellos sino ante una audiencia que puede ser tan voraz como cualquier león de aquella época ancestral. En la política, como en el circo, se requiere de una meticulosa organización y conocimiento profundo del público. La falta de operación política demostrada en el evento mencionado es un claro reflejo de la desconexión entre los actores en el escenario y la audiencia en las gradas.
La desafortunada decisión de subir al escenario a Eviel Pérez Magaña, ex candidato a gobernador del estado de Oaxaca, y a la diputada local Mariana Benítez Tiburcio, ambos ex priístas, resultó en una rechifla e insultos por parte de los militantes de MORENA. Este incidente no solo revela una falta de tacto político, sino también cómo la lealtad partidista puede encender las pasiones de la base militante, transformando un acto político en un espectáculo de desaprobación.
En este escenario, el Auditorio Guelaguetza se transformó en nuestra versión moderna del Circo Romano, donde los actores políticos se encontraron luchando en una arena de opinión pública que no perdona errores ni deslices. La base militante de MORENA demostró, con su reacción, que la lealtad partidista y la percepción de la coherencia política son fuerzas a ser tomadas en serio.
El escenario del 24 de septiembre fue una muestra de cómo la política, en su esencia, sigue siendo un espectáculo que requiere de un profundo entendimiento y respeto hacia la audiencia, una lección que se remonta a los tiempos del Circo Romano. En la política, como en aquel entonces, los errores son castigados en el instante, en la arena pública, donde la gloria y la caída se deciden en el frágil hilo de la percepción.
“En la política, como en el circo, cada acto, cada decisión, cada jugador en el escenario, tiene un rol en la narrativa mayor que se desenvuelve bajo el atento ojo del público; y como en el circo, un paso en falso puede cambiar el curso del espectáculo.”