Periodismo, asesinatos y democracia incipiente
El asesinato de periodistas en México no es un tema nuevo. Desde el año 2000, la asociación civil denominada ARTICLE 19, ha registrado y dado seguimiento a los diversos casos suscitados en el país, siendo un total de 145 casos registrados en los que se cometieron asesinatos con motivo de la labor periodística realizada por estos individuos, del año 2000 al 2021.
Cabe destacar que, en el sexenio anterior, el del presidente Enrique Peña Nieto, se registraron 47 de estos casos, mientras que en el actual sexenio, se llevan contabilizando un total de 27 casos. Sin embargo, en el ámbito local, Veracruz es la entidad federativa que aglutina la mayor cantidad de asesinatos cometidos en este rubro a nivel nacional, siendo un total de 30 eventos, 18 de los cuales tuvieron verificativo durante la administración de Javier Duarte.
Actualmente, el caso más reciente se trata del asesinato de José Luis Gamboa, periodista en el estado de Veracruz, el día 16 de enero del presente año, el cual se suma a los otros 5 casos que se presentaron en el mismo estado que continúa con su infame tendencia.
No obstante, es de suma importancia no perder de vista lo que implica dicha violencia en contra de comunicadores frente al panorama de violencia que está enfrentando el país, puesto que es sencillo caer ante la indiferencia propiciada por la cotidianidad de la misma. Precisamente, toda violencia fuera del marco jurídico vigente es reprobable y condenable, sin embargo, aquella dirigida hacia el periodismo comprometido con causas sociales, exhibe diferentes características que resultan aún más preocupantes, puesto que se relacionan con la democracia en México.
Para diversos autores en la ciencia política, los procesos de democratización de los países que anteriormente experimentaban regímenes autoritarios o que monopolizaban el poder, fueron posibles gracias a la conjunción de mecanismos jurídico-institucionales y a la interiorización de los valores democráticos en sus ciudadanos. Respecto del primer rubro se puede mencionar que se trata del entramado jurídico que permite la realización de los procesos electorales, mismo que da origen y sustento a las instituciones como los partidos políticos o los órganos que llevan a cabo dichos procesos y fungen como árbitros de las contiendas electorales, etc.
Respecto del segundo rubro, se encuentran aquellos procesos de interiorización de los valores llamados democráticos, mismos que ocurren dentro de la precepción o el imaginario colectivo de los ciudadanos. En primer lugar, los valores democráticos pueden entenderse como aquellos que sustentan los modos de interacción entre los individuos de una sociedad, como por ejemplo: la libertad de expresión, de asociación, el respeto a disentir, a la crítica e incluso, la tolerancia a la diversidad de opiniones y puntos de vista; en segundo lugar, dichos valores deben ser aceptados como deseables para los individuos y estos a su vez, deberán de replicarlos en su actuar diario en sociedad, indicando de esta forma, que han sido interiorizados y les resultan indispensables para desarrollar sus actividades cotidianas en comunidad.
Es en este punto, que la violencia que sufren los comunicadores cobra sentido en el contexto de la democratización de México, puesto que, como mencionamos anteriormente, las implicaciones de la interiorización de los valores democráticos y en especial a la libertad de expresión-tolerancia, son el reflejo del grado en que vivimos en una sociedad democrática, de forma más profunda y en contraposición a la perspectiva procedimental que se enfoca únicamente en los mecanismos jurídicos descritos.
Por lo anterior, el periodismo tiene un valor particular e íntimamente vinculado con la vida democrática, puesto que cuando es ejercido con honestidad, pretende señalar, visibilizar y criticar temas de la vida pública, sobre los cuales se presentarán discrepancias así como una multitud de perspectivas diferentes, todo ello tendría que ser mediado por los valores democráticos, sin embargo, en el caso de México, se tiene el resultado contrario, siendo aquellos poderes fácticos los que cuentan con la capacidad de decidir sobre la vida de los periodistas.
En conclusión, deberíamos optar por apropiarnos aún más de los valores democráticos, con el fin de manifestarlos en nuestras interacciones cotidianas, intentando que los vínculos comunitarios puedan ser lo suficientemente fuertes para blindar al periodismo honesto que tanto necesita nuestro país.