Oso Panda Gigante: la lenta recuperación de un icono

El oso panda gigante (Ailuropoda melanoleuca) es un insaciable devorador de bambú. Un ejemplar medio se pasa la mitad del día comiendo (literalmente, 12 de cada 24 horas) y hace sus necesidades docenas de veces al día. Hacen falta 12,5 kilogramos de bambú para cubrir las necesidades alimenticias diarias de un panda gigante, que arranca ansiosamente los tallos con los alargados huesos de sus muñecas, usándolos a modo de pulgares. Ocasionalmente también comen pájaros o roedores.

Los osos panda sólo se encuentran en estado salvaje en remotas regiones montañosas del centro de China. Allí las elevadas plantaciones de bambú son frescas y húmedas, como a ellos les gusta. En verano pueden ascender hasta los 4000 metros de altitud para buscar su alimento en las laderas más altas.

Sin embargo, este oso lleva años sufriendo la caza furtiva por ser un icono de la cultura China, gravemente amenazado por su piel y por el contrabando cuando aún son oseznos. El trabajo para su protección ha resultado ser un ejemplo para la conservación mundial: después de que los años 80 rozasen los 1000 ejemplares salvajes y estuvieran muy cerca de la extinción, sus cifras casi se han duplicado en los últimos 30 años, sacando este emblema del peligro de la extinción.

En el año 2016, la Unión Internacional de la Conservación de la Naturaleza (UICN) cambió a la especie de amenazada a vulnerable, debido a su crecimiento estable y a los esfuerzos por ampliar su hábitat, pero algunos expertos pedían más cautela para no hundir los esfuerzos de conservación de forma prematura. Según los datos publicados en la Red List de la UICN, hay en 500 y 1000 ejemplares en edad madura y su población está creciendo.

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