Los retos de Francisco Martínez Neri
El primero de enero de 2022 entrará en funciones el nuevo gobierno municipal de Oaxaca de Juárez encabezado por el contador público Francisco Martínez Neri, quien resultó electo por el partido MORENA en las elecciones del pasado 6 de junio con un amplio margen (alrededor de 20,000 votos por encima de Javier Villacaña [PRI-PAN-PRD], su principal competidor), sin embargo, su llegada al poder es bastante compleja, pues tomará las riendas de un municipio plagado de asuntos inconclusos, endeudado (principalmente con sindicatos, gasolineras y demás) y con serios problemas con grupos de poder fáctico (sindicatos, ambulantes, organizaciones políticas y de la sociedad civil, entre otras), quienes ya han amenazado al gobierno entrante –al menos simbólicamente– con el despliegue de bloqueos, movilizaciones y tira de basura en diferentes partes del municipio. Además, su llegada al cargo ocurre al final del gobierno de Alejandro Murat y con las elecciones a gobernador a unos cuantos meses, lo cual acrecentará las tensiones políticas en el estado y el municipio. La pugna interna en el partido MORENA –que muy probablemente resultará vencedor en las siguientes elecciones a gobernador– obliga a Martínez Neri a afianzar lazos con precandidatos, sin importar quiénes sean. Con este panorama –y más– se iniciará la nueva administración.
Hasta este momento, la opinión pública está dividida. Por un lado se encuentran quienes opinan que, debido a los problemas que se están heredando de García Jarquín y el mal gobierno que tuvo Oaxaca de Juárez durante su trienio, Martínez Neri brillará con cualquier acción que realice y sea de impacto real para la ciudadanía. Por otro lado, están quienes son menos optimistas y plantean que Martínez Neri se enfrentará a una severa crisis de gobernabilidad y falta de recursos, pues los grupos opositores de MORENA buscarán desprestigiar su gobierno, así como los poderes fácticos del municipio (y el estado) operarán violentamente –como ya se ha visto en los últimos días– si no son atendidas sus demandas.
Martínez Neri ha declarado estar interesado en realizar ciertas acciones gubernamentales de impacto inmediato que no sólo reforzarán la legitimidad con la que ganó la elección, sino que serán palpables para el ciudadano común. Por ejemplo, el saneamiento de los ríos que atraviesan el municipio; la solución al tema de bacheo y ambulantaje; así como la implementación de una perspectiva gubernamental con tintes metropolitanos, afín al concepto de Ciudad Educadora. No obstante, los recursos limitados del municipio (luego del conflicto actual) supondrán uno de los mayores retos a vencer.
También, ha hecho un llamado al pacto con la ciudadanía, el cual busca –de manera evidente– institucionalizar los conflictos y utilizar la mediación, el diálogo y la negociación, como métodos de resolución de problemas para evitar confrontaciones. Los últimos días en la capital suponen el estiramiento de la relación entre el gobierno municipal y diversas organizaciones, con lo cual, la administración exitosa de Martínez Neri pende de un hilo.
Si bien, el sindicalismo oaxaqueño ya mostró el músculo, y otros grupos (como los ambulantes y organizaciones políticas) son bastante fuertes en el estado, el nuevo edil se ha mostrado abierto e interesado en la resolución de conflictos. Su implicación en la búsqueda de soluciones (sin haber asumido el cargo), así como la creación de foros ciudadanos para la creación del Plan Municipal de Desarrollo, supone una línea de trabajo declarada. Además, los actores involucrados deben entablar –al menos de primera mano– una buena relación con la administración entrante, por lo que una revuelta en la toma de posesión está descartada.
Todo apunta a que la mirada pública (local, nacional e internacional) se posará sobre el nuevo gobierno de Martínez Neri. Localmente, el estado entrará en un periodo de convulsión por la elección a gobernador y la vaticinada derrota del PRI en uno de sus pocos bastiones en el país. Nacionalmente, Oaxaca –llamada “corazón de la 4T” y una de las provincias favoritas de nuestro presidente– se preparará para la carrera presidencial. En el terreno internacional, Oaxaca de Juárez deberá luchar no sólo por conservar las distinciones que tiene, sino por incrementarlas para la búsqueda de recursos que permitan administrar de manera correcta al municipio.
Finalmente, la gestión de Oswaldo García Jarquín ya se ha ganado el título superlativo –y un tanto amarillista– de “el peor gobierno de la historia de Oaxaca de Juárez”. La opinión pública –con todo y sus vicios– es uno de los principales medidores del sentir social con respecto a la política, por lo cual, esta afirmación no está descartada.