Los anacrónicos de hoy
Es anacrónico, dice el diccionario, lo que no corresponde a la época, lo que está en desacuerdo con los tiempos presentes. Por definición, lo anacrónico no resulta atractivo, e incluso suele llegar a ser ridículo porque revela una desconexión con el presente, con sus valores y sus preferencias estéticas. El sociólogo Norbert Elias narra en uno de sus libros la historia de un señor feudal que se convirtió en la mofa de sus pares en una batalla en la que se puso al frente de sus tropas cuando, en su época, los aristócratas observaban las batallas desde la loma más cercana, maquillados y tomándose una copa de vino. El anacronismo de ese caballero podría ser visto como el de un virtuoso ingenuo; en el caso que nos ocupa, no hay nada de eso.
El PAN, el segundo partido más votado de nuestro país, se ha revelado como un partido anacrónico. Debería corresponderle la tarea de representar a los millones de mexicanos que no comulgan con la coalición gobernante y sus pretensiones hegemónicas, pero no es y no será así. Resulta más probable que se amplíe la mayoría actual o que Movimiento Ciudadano se consolide mientras el PAN continúa empequeñeciéndose ante nuestros ojos.
Su anacronismo se hizo doblemente patente en estas últimas semanas. De entrada, los panistas eligieron a Jorge Romero como su dirigente. Un político, en cuya administración al frente de la Alcaldía Benito Juárez, se cometieron actos probados de corrupción. (Y nada de que son acusaciones políticas sin fundamento, fueron las organizaciones vecinales de la Benito Juárez, de las que no se puede sospechar de morenistas, las que en su momento, alertaron sobre las tracalerías de los funcionarios de esa demarcación). Una elección sorprendente en cualquier circunstancia, pero más cuando el discurso, que se impuso exitosamente desde las machaconas mañaneras de los últimos seis años, es que los panistas son una bola de conservadores, corruptos, venales, traidores y cínicos. O sea, los panistas haciendo todo por confirmar esa identificación entre derecha, corrupto y moralmente derrotado.
Y luego, para rematar. El flamante dirigente da su primera entrevista y con una actitud magnánima y superior anuncia que, por el bien de los mexicanos, una sola vez le va a ofrecer diálogo a este gobierno. La respuesta no se hizo esperar, en cuestión de minutos, la Presidenta le respondió implacable: “Es el jefe del Cártel Inmobiliario (…) los propios empresarios como testigos revelaron el modus operandi de ese grupo muy corrupto”. Es decir, no le reconoce la más mínima legitimidad como interlocutor.
¿En qué mundo viven Romero y los panistas? Hace seis años que el discurso de la 4T ha consistido en construir una oposición, entre, un nosotros amplio y vago, llamado pueblo, opuesto a un ellos, supuestamente minúsculo, que representa intereses inconfesables, corrupción y traición. Nada en ese discurso invita a la convergencia de puntos de vista distintos. ¿Le pasó de noche todo esto a Romero? Su debut fue como si llegara vistiendo un uniforme de beisbolista a un juego de basquetbol. De ese tamaño es su anacronismo, de ese tamaño su incomprensión sobre el juego y las reglas que imperan en la actualidad. ¿Cómo piensa desde esa ceguera analítica disputarle a la coalición gobernante, ya no digamos elecciones, sino la definición de ese “nosotros” que tan hábilmente ha hecho suyo la mayoría actual?
Agencia : MILENIO
Opinión – Denise Maerker