La muerte del INE

El presidencialismo mexicano está más vivo que nunca. El sistema político se modifica cada seis años, y en lo que va del sexenio cada vez queda más claro que la Sedena al mando de Luis Crescencio Sandoval es la institución más importante solo después del Presidente. En estos cuatro años de gobierno se han eliminado instituciones que equilibraban el estilo personal de gobernar (dixit Cosío Villegas). La propuesta de reforma política no tiene otro objetivo que la muerte del INE, ante la cada vez más desdibujada oposición partididista, que dice una cosa y hace otra.

 

El arranque de la historia de las elecciones inicia con la reforma política de 1977 creada por el secretario de gobernación Don Jesús Reyes Heroles en el sexenio de José López Portillo, como consecuencia de que en el proceso electoral de 1976 no hubo ningún candidato que disputara las elecciones al ex titular de Hacienda con Luis Echeverría. Lo conseguido en esa reforma, de acuerdo con el ciudadano José Woldenberg fue:

  • Se declararon a los partidos políticos como “entidades de interés público” y se reconoció su personalidad jurídica y su importancia en la conformación de los órganos del Estado;
  • Se abrió la puerta de la competencia electoral, mediante el “registro condicionado” a las fuerzas políticas más significativas de la izquierda mexicana hasta entonces marginadas. Para mí en otras palabras, se logró institucionalizar a las izquierdas, para que los grupos armados y de otras índoles pudieran participar en el juego electoral.
  • Se amplió el Congreso y la introducción de los diputados plurinominales.
  • Por primera vez el Estado, a través del gobierno, asume la obligación de otorgar recursos públicos a los partidos políticos. Además de que adquieren prerrogativas en los medios de información. En la reforma de 2013 esto se fortalecerá.
  • Con su registro ante la autoridad electoral federal, los partidos adquirieron la posibilidad de participar en las diferentes elecciones estatales y municipales.

 

Sin embargo, esta reforma mantuvo a la Comisión Federal Electoral como la autoridad del gobierno para gestionar y controlar los procesos electorales. Pero veamos, durante los 30 años posteriores se pavimentará la democracia participativa hasta llegar a 1997, cuando iniciará la derrota del PRI con la pérdida del control de la mayoría absoluta en el Congreso; además el PRD gobernará la capital del país. Sin embargo, estos cambios democráticos no se entenderían sin el papel del IFE. Recordemos que en las elecciones de 1988, la Comisión Federal Electoral, que pertenecía a la Segob, al mando de Manuel Bartlett, fue juez y parte lo que significó una nula parcialidad en la contienda.

 

Los resultados del 88 mostraron una percepción de desaseo electoral, y ese problema generó que años después se creará el IFE, quien será el encargado de avalar la victoria del PAN en el 2000; el regreso del PRI en 2012 y el triunfo de López Obrador en 2018. Sin embargo, los errores de comunicación política en la contienda de 2006 por parte de Luis Carlos Ugalde, generaron una pésima percepción a la institución y fortalecieron la fake news del fraude electoral; lo que minimizó el sin número de pifias por parte del war room del Obradorismo. La muerte del INE se puede consumar en las próximas semanas y se borrarán las luchas de generaciones de mexicanos que demandaron históricamente un contrapeso al poder gubernamental; y que por cierto esto fue mucho antes de que Ciro y Lorenzo nacieran y trabajaran en el INE.

 

Comunicólogo político y académico de la FCPyS UNAM. Maestro en Periodismo Político @gersonmecalco

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