La abeja: una parte vital de los ecosistemas

Las abejas son insectos sociales y colaboradores que viven en las colmenas formando grandes colonias, lo que ha proporcionado a las sociedades humanas miel y cera de abeja desde hace miles de años. Este uso comercial ha desarrollado la industria de la apicultura, que se dedica a la cría de abejas, aunque muchas especies siguen viviendo en la naturaleza.

Con cerebros del tamaño de una semilla, las abejas son insectos que llevan a cabo sorprendentes funciones interconectadas para mantener la salud de su colmena. Dentro de lo que llamamos comúnmente abejas existen en realidad tres castas: las abejas obreras, la abeja reina y los zánganos.

“Pequeños robots”

“Demuestra que las abejas no son pequeños robots que sólo responden a los estímulos… y que realizan actividades que pueden ser placenteras”, afirma el autor principal, Samadi Galpayage, investigadora de la Universidad Queen Mary de Londres (Reino Unido).

El trabajo de una abeja viene determinado por su sexo. Las únicas que normalmente vemos son las  abejas obreras. Una única colmena de abejas tiene aproximadamente de 30 000 a 80 000 y, de ellas, casi todas son abejas obreras. Esto significa que son hembras más pequeñas que la reina y que no pueden reproducirse.

Tan solo en algunos casos, las abejas obreras pondrán huevos no fecundados de los que nacen zánganos de un tamaño mucho más pequeño que aquellos que nacen de los huevos que pone la abeja reina.

La abeja reina y los zánganos

El trabajo de la abeja reina es sencillo: pone los huevos que constituirán la nueva generación de abejas. Normalmente no hay más que una abeja reina en una colmena. Si muere, las obreras crean una nueva abeja reina alimentando a una de las obreras con una dieta especial, la jalea real.

Este elixir hace que la abeja obrera se desarrolle y se convierta en una reina fértil. Las reinas también ponen orden en el trabajo de la colmena desarrollando productos químicos que guían el comportamiento de las demás abejas.

Gravemente amenazadas

A pesar de la importancia vital de estos insectos por su función como polinizadores de una gran mayoría de las especies que se encuentran en nuestro planeta y de nuestros cultivos, los estudios demuestran una tendencia general descendente en la diversidad mundial de las abejas y suscita preocupación por la situación de estas polinizadoras cruciales.

Las abejas halíctidas, por ejemplo, polinizan cultivos importantes como la alfalfa, los girasoles y las cerezas. Aunque son menos conocidas, estas abejas salvajes complementan el trabajo de las abejas melíferas en colmenas gestionadas.

“Aunque las abejas melíferas pueden ser polinizadoras eficientes de muchos cultivos, la dependencia de una sola especie es muy arriesgada”, afirma en este artículo de National Geographic Eduardo Zattara, biólogo del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medio Ambiente en Bariloche, Argentina.

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