Hacer el bien con el menor daño posible, el dilema de las redes sociodigitales

Durante la pandemia muchos han sido los portavoces para las empresas abran sus redes sociales e incluso manifiestan con gran entusiasmo que es la nueva ruta para poder estar cerca de los clientes y obtener ganancias, lo que no miden con estos comentarios son en las repercusiones éticas a las cuales estamos sometidos los usuarios de las redes sociales en todo el mundo.

The Social Dilemma es un documental creado en Estados Unidos, dirigido por Jeff Orlowski en el cual reúne a varios de los programadores, subdirectores y diseñadores de las famosas redes sociales como Tim Kendall, director de monetización de Facebook; Justin Rosenstein, el inventor del botón Me gusta; o Guillaume Chaslot, creador de la infraestructura de videos recomendados para YouTube; por mencionar a algunos de las más populares de Silicon Valley.

El dilema que presentan son los pronunciamientos éticos que le han dado al uso y abuso de las redes sociales hasta la monetización, comercialización y venta de información desmedida con fines publicitarios y del cual hasta el momento no existe alguna regulación en ningún país pues muchos de ellos se han visto beneficiados con estas herramientas para el establecimiento de controles y descontroles políticos.

Durante 93 minutos, con un guion elaborado por Davis Coombe, el dilema de las redes sociales se entraña en el problema ético del cual se formulan estructuras arquitectónicas del diseño de las redes sociales que vinculan psicológicamente para la implementación de ideas publicitarias y generación de adicción, manipulación e sonanbulismo sociodigital.

Desde una perspectiva crítica, el documental pretende ser innovador al traducir a la realidad un planteamiento de desconexión y conexión abusiva por parte de los usuarios de forma inconsciente. Sin embargo, desde 1999 las hermanas Wachowski ya hacían una crítica futurística de la conexión a la realidad a través de máquinas y de inteligencia artificial, solo que la diferencia no está en la conexión de grandes máquinas sino desde dispositivos móviles principalmente.

El dilema al que ser humano se encuentra sometido con el abuso de las redes sociodigitales es principalmente desde la lenta evolución del pensamiento humano comparado con la evolución de la tecnología, de tal manera que las interacciones humanas y cercanas ahora se empiezan a deshumanizar. El dilema compromete a los programadores a cuestionarse la perfección de la Inteligencia Artificial que crearon, ya que esta se autoregula, autocensura y autoadministra conforme las preferencias individualizadas de la información que adquiere sobre los consumos de los usuarios.

Esta “nueva” crítica sobre los medios digitales ya fue expuesta desde la teoría funcionalista de la comunicación con los usos y gratificaciones y la disfunción narcotizante. Incluso el mismo documental indirectamente asocia la palabra usuarios al narcotráfico y al internet; la preocupación aquí es que se pudo regular los contenidos gratificantes de los medios tradicionales como la radio y la televisión pero no ha podido aplicar las mismas reglas a las redes sociodigitales.

Si bien es cierto que el documental no inclina la balanza hacia la legalización de los contenidos o la censura de internet, si hace una crítica y un alertamiento sobre la eticidad de las compañías de los sitios de redes sociodigitales para que posibiliten una verdadera alternativa de cambio y no la destrucción del pacto social y el debilitamiento del espacio público, del privado  y de la psique humana pues como lo explica Jeff Seibert -antiguo ejecutivo de Twitter “Lo que quiero que la gente sepa es que cada acción (online) que toman es cuidadosamente monitoreada y grabada…”.

Este nuevo panóptico del cual Michael Foucault ya nos mencionaba, le da oportunidad a que un tercero mantengan un ejercicio de poder sobre la ciudadanía que ahora puede ser vigilada, castigada e indicar las formas de organización social por medio de una Inteligencia Artificial que si bien no es perfecta, es perfectible y deja a la vista errores en su estructura y funcionalidad a tal grado que permitió a Rusia se colara en las elecciones para interferir a través de Facebook en las elecciones Presidenciales de Estados Unidos en 2016.

Esta situación debería de poner en alerta a nuestros gobernantes pues un error en la codificación puede polarizar a la población y propiciar un riesgo a la gobernanza y el contrato social a través de la desinformación, manipulación, viralidad y adicciones que genera la industria tecnológica.

 

 

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