Golfo de América, un derecho de Estados Unidos
México debe entender que no es lo mismo la geografía en papel que la realidad, en acciones económicas, jurídicas y, sobre todo, de definición de soberanía territorial para tener un desarrollo económico. Es acaso que México ha explotado en forma rápida su porción en aguas profundas, cuenta con una estructura de puertos suficientes que es muy poco usada para dar servicio de carga. Además, la zona de explotación pesquera tiene o tendrá la correcta planeación para su desarrollo en el largo plazo y, por último, la parte turística está desarrollada en su totalidad en todos los estados del país. México, es un país romántico del pasado y no del futuro.
Estados Unidos está en su derecho, y realizó lo correcto para tener una identidad propia bajo una nomenclatura real para deslindarse del romanticismo geográfico, y pasar a potencializar su territorio bajo su propio nombre.
De manera legal, en forma internacional, tiene el derecho y la convicción de llevarlo a cabo. El mensaje es evidente: quiero mi propia identidad como país.
En 2016 México, Cuba y Estados Unidos sostuvieron negociaciones para delimitar la plataforma continental más allá de las 200 millas náuticas en el Polígono Oriental del Golfo de México, cuya área constituía la única frontera marítima pendiente por definir en esa cuenca oceánica. Al finalizar estas negociaciones, el 22 de junio de 2018, surge un nuevo tratado que está vigente hasta el día de hoy, el cual fue emitido y promulgado por México en el Diario Oficial de la Federación. Ahí se plasmó lo siguiente:
La porción que corresponde a cada parte en la que podrán ejercer derechos soberanos.
Convalida la aplicación del Acuerdo de Yacimientos Transfronterizos de Hidrocarburos, suscrito en 2012 y vigente entre ambos países.
En general, se establece que cada país deberá asumir su propia responsabilidad sobre la porción de mar en relación con las coordenadas establecidas en el tratado. Es decir, cada país posee el derecho de explotar, desarrollar, invertir y tomar de la naturaleza los recursos que se encuentren en esta área. Además de establecer de forma jurídica, y de conformidad con sus leyes, normas y decretos, la forma en que deberá ser administrada esta parte, siempre con respecto al medioambiente y no traspasar las fronteras de ambos países para realizar cualquier actividad.
En el tratado se establece la posible explotación de campos de aguas profundas por México y Estados Unidos, ya que cuentan con la infraestructura necesaria para mover los hidrocarburos salientes del subsuelo para su comercialización. México no aprovechó este tratado bajo el concepto de unitizacion, y ante la reducción de las inversiones a Pemex, pues en las zonas delimitadas, a partir de 2019, dejó a México obsoleto para explotar estas zonas compartidas de altas inversiones.
La BOEM (Bureau Ocean Energy Management) de Estados Unidos, en la cual está el Golfo de México, es la encargada de administrar concesiones de petróleo y gas, energía renovable y minerales marinos frente a las aguas federales de las costas de Texas, Luisiana, Misisipi, Alabama y Florida. La cual tiene:
Alrededor de 2 mil 200 concesiones de petróleo y gas.
Un contrato de arrendamiento de energía eólica marina.
Programa de restauración de las costas con más 89 millas de costa restauradas para la explotación
Ante esta cantidad de recursos y un tratado firmado hace más de seis años, hoy el socio comercial de México decidió tomar su soberanía y jurisprudencia, que está en el artículo VII de dicho documento, y ha accionado su protesta para llevarlo a cabo, a lo cual indica que: “El límite de la plataforma continental establecido por el presente tratado no afectará ni perjudicará de manera alguna las posiciones de las partes respecto de la extensión de las aguas interiores, del mar territorial, del altamar o de los derechos de soberanía o jurisdicción, para cualquier otro propósito”.
Por tal motivo, y con el decreto emitido en los últimos días por el presidente Donald Trump, están en su facultad y en lo correcto sobre cambiar el nombre de su porción del mar, y que esto no perjudique en lo más mínimo a escala internacional el cambio en cualquier índole comercial o geográfico.
El objetivo primordial del cambio no es de índole ideológico, político o de una idea fugaz, representa una estrategia energética, económica y de explotación de la zona. Adonde el nombre es lo de menos, lo importante es mantener una identidad propia de Estados Unidos, bajo una jurisprudencia sobre la masa de agua de más de mil 700 millas y que contiene casi 160 millones de acres que podemos sectorizar de la siguiente forma:
El punto energético se refiere a su abundante geología, siendo una de las regiones de petróleo y gas más prodigiosas del mundo, proporcionando alrededor de 14 por ciento de la producción de petróleo crudo y de gas natural. Lo que ha impulsado tecnologías nuevas e innovadoras que nos han permitido acceder a algunos de los yacimientos de petróleo más profundos y ricos del mundo. Actualmente tienen un alto potencial desarrollado en infraestructura y movilidad de los hidrocarburos. En algún momento se podrá vender crudo a México ante la certeza de mantener la producción para satisfacer la demanda actual en las refinerías.
Además, el Golfo también es el hogar de seres vivos marinos, y esto ha servido para colocar al sector pesquero de Estados Unidos dentro de su zona limítrofe como una de las más productivas del mundo y con el segundo mayor volumen de desembarques de pesca comercial por región en la nación, lo que contribuye con millones de dólares a las economías locales estadunidenses.
El Golfo también es un destino favorito para el turismo estadunidense y las actividades recreativas que han originado un desarrollo de varios nichos de mercado.
Además, el Golfo es una región vital para la industria marítima estadunidense, ya que proporciona algunos de los puertos más grandes del mundo, desde servicios petroleros, pesqueros, manejo de cargas de contenedores, industria, hasta reparaciones de embarcaciones marítimas.
Ante todo esto, México está política, económica, social y jurídicamente en el punto de comprender el porqué del cambio de nombre, pues no deriva de una decisión unilateral, si no de una planeación estratégica de identidad propia como nación, y deslindarse de cualquier relación comercial donde indique la palabra México.
Cada contrato, concesión o papel de alguna actividad que sea celebrado dentro de su territorio marítimo deberá llevar el nombre del Golfo de América. Esto pone fin a una relación romántica entre México y Estados Unidos, dejando atrás el papel y pasando a los hechos que en 30 días el área de Sistema de Información de Nombres Geográficos (GNIS) deberá llevar a cabo el cambio en todos los mapas y las demás instancias gubernamentales.
Opinión – Ramses Pech
Agencia: MILENIO