El futbol calentó la plaza

La violencia en el futbol no es exclusiva del futbol profesional, todos los días se manifiesta en una cancha de tierra, futbol siete o cualquier cascarita. Los vídeos que observamos en el estadio Corregidora de Querétaro generan al menos dos hipótesis, para las personas que hemos acudido a ese y a otros estadios de México y el mundo, y que convivimos y practicamos este bello deporte. La primera es que no fue un acto espontáneo y segundo que, al ser planeado, existen poderes fácticos ajenos a la rivalidad entre Querétaro y el actual campeón, y no solo en el futbol profesional. Lo sucedido, no con las mismas dimensiones obviamente, es una muestra del ambiente que se ha normalizado en muchas canchas deportivas de los barrios. A continuación, algunos testimonios:

 

Mide menos de 1.60, tiene 22 años y cuando lo ves jugar es un nueve nato, de esos que ya no hay, les llaman “matones”, porque definen los partidos. Su calidad, tal vez, no fue apreciada por las fuerzas básicas de los Tigreeees, y se dedica a la famosa talacha, que no tiene que ver con el trabajo que hacen los mecánicos que arreglan neumáticos, sino son la solución de equipos que están dispuestos a todo, y todo es todo, con tal de ganar desde un partido, hasta un campeonato. El Patrón que es el responsable del equipo, paga los servicios de un jugador con talento para saborear la victoria. Hace años se jugaba solo por gusto, ahora hay mucho dinero detrás de los campeonatos:

 

1- “Hace medio año, uno de mis amigos me invitó a jugar un torneo, los partidos estaban buenos, pero en una semifinal jugamos contra un equipo de la mafia, empezó el partido y les íbamos ganando; y la porra y los del otro equipo nos comenzaron a amenazar y pues sabíamos quiénes eran, nos dejamos empatar y al final nadie quiso tirar un penalti. Nos dijeron que afuera nos iban a pegar, donde han matado a dos o tres personas”. El dueño de ese equipo se dedica a “vender vicio y preferimos ya no volver a ir. A pesar de eso me pagaron mis 800 pesos por partido y al final, aunque perdimos, mi patrón me dio dos mil”. Esa historia se vivió en la Polvorilla, una colonia de Iztapalapa.

 

2- “En Guerrero nos invitaron a otro torneo, estuvimos dos semanas en una casa con alberca, comida, chupe y todo. En las finales nos enfrentamos a un equipo de uno de mis amigos, antes de iniciar el partido, uno de ellos se acercó y nos pidió que nos dejáramos ganar, ya que si perdían quedarían eliminados. Nos platicó que sus patrones les habían pegado porque habían perdido algunos encuentros, ´nos amenazaron y nos dijeron que si no ganábamos nuestra familia no iba a saber nada de nosotros, estamos espantados´. Al final nos dejamos ganar. El premio para el campeón fue de 250 mil pesos. El equipo de mi amigo perdió la final, pero afortunadamente no les hicieron nada y sigue talacheando”.

 

La buena talacha gana al día entre mil y mil 500 pesos; al mes llegan a cobrar entre 25 y 30 mil pesos. Hay patrones que pagan por partido a todo el equipo entre 10 y 15 mil pesos por ver ganar o no a su equipo, y obviamente como en un hotel de cinco estrellas, el “Tercer Tiempo” está incluido, que es la convivencia que se da al finalizar los partidos y donde cada uno analiza y recuerda sus buenas hazañas, entre ellas, cuando los invitaron a jugar a Querétaro y tuvieron que ir a cobrar a casas escondidas en los cerros, donde recuerdan que olía mucho a gasolina. Lo que observamos el sábado es un ejemplo, pero con vídeos y fotografías, de cómo el futbol fue secuestrado por poderes fácticos para calentar la plaza. El problema no se resuelve con desafiliar a un equipo o eliminar a las barras de los estadios, tal vez valdría la pena poner una que otra patrulla en los campos del barrio.

Comunicólogo político y académico de la FCPyS UNAM, @gersonmecalco

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