El diario de un candidato

“Una luminosa mañana de 2007, sobre un escenario en Springfield presenté mi candidatura a la presidencia. Con temperaturas de cero grados temíamos que no llegaran por el frío, pero cuando me planté frente al micrófono había más de 15 mil personas en la plaza; y en las calles se respiraba un espíritu festivo, bufandas, gorros y orejeras, muchas pancartas hechas a mano de la campaña de Obama”. Con esta crónica inicia el presidente de los E.E.U.U Barack Obama la segunda parte de su libro Una tierra prometida, donde relata aciertos y errores; que sintetizan el diario de un candidato.

En más de 900 páginas el presidente número 44 en la historia norteamericana (20 de enero de 2009 al 20 de enero de 2017), relata cómo fue su infancia, sus días como candidato e historias en la Casa Blanca, que no ocultan las fallas del primer presidente afroamericano de los E.E.U.U. Y es que algunos pensadores Griegos recomendaban como Plutarco —el gran polígrafo nacido en Queronea— que: El hombre de gobierno debe ser virtuoso y actuar siempre en beneficio de sus ciudadanos y ser poseedor de experiencia, inteligencia y sabiduría, pero en caso de no poseer ninguna de estas virtudes debe estudiar y capacitarse para dirigir y no dedicarse a dogmatizar y creerse siempre en posesión de la verdad. Esto se escribió en el año 50 d. C en Grecia, pero es más actual de lo que parece. El presidente Obama relata en la página 106:

 

El miedo más profundo de mi equipo era que tuviera un gaffe, una expresión que se utiliza en prensa para describir cualquier frase torpe que revele la ignorancia del candidato… un ser humano comete al día entre cinco y 10 gaffes… mi primer instinto me llevó a despreciar algunas de las advertencias de mi equipo. Rumbo a nuestra última parada en Iowa, Axe alzó un segundo la mirada desde su libro de protocolo. ´Ya sabes´ —me dijo— que la ciudad a la que vamos, Waterloo, se pronuncia “Waterlú”. Claro —respondí—, Waterlou, Axe negó con la cabeza. Se dice “Waterlú”, no “Waterlou”. Dilo otra vez. Waterlú —dijo Axe cerrando los labios. Otra vez. Axe frunció el ceño. Barack, va en serio”.

 

En campaña hay muchas historias que muestran los gaffes de los suspirantes a un puesto de elección —como diría Don Daniel Cosío Villegas—. Más adelante se relata: “Cuando no estaba en Washington me encontraba en Iowa o en cualquiera de los primeros estados, con jornadas de 16 horas, seis días… Me despertaba tras cinco o seis horas de sueño y trataba de hacer ejercicio en cualquier lugar que pudiera… empezar a hacer llamadas para recaudar fondos… antes de las entrevistas con los periódicos locales o el canal de noticias … una parada para ir al baño… Echaba de menos a mis hijas. Echaba de menos mi cama, una ducha como Dios manda, sentarme a disfrutar de una comida de verdad”.

 

En fin, el último best seller de Obama, tan solo en el primer día vendió 900 mil ejemplares. Cuando llegó a la Casa Blanca su fortuna era de 1,3 millones, y actualmente es superior a los 135 millones de dólares. Por último, Plutarco también aconsejó, que no se debe elegir a la política como un impulso repentino, por no tener otras ocupaciones o por lucro, sino por convicción, no por buscar la propia reputación, sino el bien de los demás, se debe estudiar el carácter de los ciudadanos, para comprenderlos y emplear los medios para dominarlos. No se puede generalizar a la clase política mexicana en sus defectos, pero desgraciadamente muchos ignoran el pensamiento de Plutarco, o como diría, ya saben quién, esas características “no las tenga ni Obama”, pero ya vimos que sí las tiene. Los gaffes no están prohibidos, pero tampoco deben ser una costumbre, mucho menos se deben aplaudir, ni justificar con la frase célebre de “yo tengo otros datos”.

 

*Comunicólogo político y académico de la FCPyS UNAM, @gersonmecalco

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