Democracia y ciudadanía de baja intensidad
El politólogo argentino Guillermo O’Donnell desarrolló el concepto de democracia de baja intensidad. Se materializa cuando “un Estado no es capaz de hacer valer su legalidad”. Agrega que la ciudadanía cuenta con derechos políticos propios para la participación en las elecciones, pero al mismo tiempo, experimenta abusos de poder y una marginalización en el acceso a la justicia y derechos sociales. “Los individuos dejan de ser ciudadanos plenos para ser únicamente súbditos sometidos a relaciones autoritarias y alejadas de las reglas establecidas por el sistema legal” (Democracia, agencia y Estado. Teoría con intención comparativa, 2010).
En América Latina, Latinobarómetro informa que en 2020 se detuvo la caída en la credibilidad a la democracia que venía registrándose durante la última década. “Entre 2010 y 2018 disminuyó de 63% a 48%, y en 2020 aumentó a 49%”. En el caso de México antes del triunfo del Presidente López Obrador 38 por ciento confiaba en ese régimen político, a dos años de su triunfo aumentó cinco por ciento (43%). A la pregunta de si se prefiere un gobierno autoritario, que es el polo opuesto a la democracia, México es el segundo lugar que simpatiza con esa forma de gobierno (22%).
El concepto de ciudadanía de baja intensidad caracterizada por los abusos de poder y los datos de Latinobarómetro tienen una relación importante; y si además agregamos la actual discusión del papel de la Guardia Nacional y las responsabilidades de la SEDENA en muchísimos proyectos de esta administración. Veamos, a la pregunta de ¿Qué tanto las y los mexicanos apoyarían un gobierno militar? 45 por ciento sí. No se debe estigmatizar el trabajo del llamado pueblo uniformado, ya que es erróneo pensar que todos sus elementos no hacen bien su trabajo, sin embargo queda la duda si el fortalecimiento de esta institución no vulnera y debilita aún más la ciudadanía de baja intensidad.
Hace unas semanas el Instituto de Estudios para la Transición Democrática y la UNAM rindieron un homenaje al ciudadano José Woldenberg por sus 70 años, y ahí mismo se presentó el libro José Wolbenberg. 45 testimonios de una larga trayectoria democrática. En el texto de Héctor Aguilar Camín recuerda que el primer Consejero Presidente del IFE en 1996 fue galardonado con el premio Guillermo O´Donnell, creador del concepto citado en varias ocasiones; y explica que es uno de los problemas más graves de nuestras democracias “la debilidad de nuestra cultura cívica, la inmadurez de nuestra ciudadanía”.
En el mismo texto se cita la obra del investigador del Colmex, Fernando Escalante en Ciudadanos imaginarios, que son aquellos que votan, pero no exigen la rendición de cuentas. Actualmente en México contamos con “elecciones libres, partidos políticos competitivos, votantes reales y un árbitro imparcial que organiza el proceso y cuenta los votos”, sin embargo “el fantasma de los ciudadanos imaginarios sigue ahí”, y se ha hecho cada vez más presente, por ejemplo, ante las nulas manifestaciones contra la intención de fortalecer la presencia militarizar en el país, lo que nos muestra que en nuestra democracia hoy más que nunca se fortalece la ciudadanía de baja intensidad.
Comunicólogo político y académico de la FCPyS UNAM. Maestro en Periodismo Político @gersonmecalco