Comercio, migración; en EU solo se escucharán ellos

“Fabricantes de automóviles, minoristas y otros líderes empresariales irrumpieron en el Capitolio el martes en una extraordinaria demostración de fuerza contra un presidente republicano que temen que paralice o mate el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, un resultado que los líderes empresariales dijeron que podría devastar sus ganancias y dañar la capacidad de Estados Unidos para competir en un mercado global. Más de 130 representantes de una serie de industrias se reunieron con senadores el martes para aumentar la presión sobre los legisladores, muchos de cuyos electores trabajan para empresas que dependen del TLCAN, para que mantengan intacto el acuerdo”.

Este era el primer párrafo de una nota de The New York Times el 24 de octubre de 2017, cuando Donald Trump amenazaba con nuevas tarifas y acabar con el Tratado de Libre Comercio.

En 1993, cuando se discutía el TLC original, más de 2 mil 700 empresas y asociaciones comerciales pertenecían a USA-NAFTA, el brazo de cabildeo de las grandes empresas estadunidenses creado para apoyar el tratado. No solo se la pasaba hablando con legisladores, sino que en Washington, donde viven los congresistas, inundó la pantalla televisiva con anuncios en horario estelar y anuncios de media página en los periódicos promocionando el acuerdo como “bueno para los empleos. Bueno para Estados Unidos”. El gobierno mexicano invirtió millones de dólares en este cabildeo junto a empresas estadunidenses.

Cito estos dos ejemplos porque en las próximas semanas y meses México enfrentará dos decisiones de Donald Trump que pueden afectar gravemente al país. Su renovado amor por los aranceles y su reforzada idea de cerrar la frontera y comenzar a las deportaciones masivas.

Ambas cosas se dan en un momento complicado de la relación bilateral. Hace unos años que en Estados Unidos los políticos ya no ven a México como un socio, sino como una complicación, como un problema. Ya sea en el asunto del tráfico de drogas, en el asunto de la frontera y el discurso trumpista de que los problemas de la clase trabajadora se deben a los acuerdos comerciales, incluido el mexicano.

Nada de lo que diga México los convencerá de otra cosa, porque lo dice México. Pero como sucedió en los dos casos anteriores, el gobierno debería aliarse con los empresarios estadunidenses que saben que ambas cosas pondrían problemas también a la economía estadunidense.

La estrategia ha funcionado antes. Hasta Trump los escucha a ellos.

 

Opinión – Carlos Puig

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