Anatomía de la sororidad

Desde hace algunas semanas estoy sumergido en el mundo ficticio de Elena Ferrante y no quiero salir de ahí. Su talento para sugerir los móviles inconfesados de la conducta y la honestidad intelectual con la que expone las contradicciones de la mujer emancipada y moderna rebasan cualquier esquema ideológico.  Ajena a los enfoques reduccionistas de la existencia que hoy en día tienden a inhibir el espíritu crítico, su retrato del egoísmo en las relaciones de pareja, de nuestro afán por destacar profesionalmente y vivir grandes pasiones a costa de lo que sea, coloca al lector ante un incómodo espejo donde cualquier persona con un mínimo de autocrítica puede reconocerse. Una saludable alergia a la corrección política le ha permitido hurgar en llagas que el feminismo panfletario soslaya. Tal vez algunas feministas recalcitrantes puedan reprocharle o le hayan reprochado ya que la amistad entre mujeres retratada en sus novelas nunca está exenta de envidias, zancadillas, rencores soterrados y feroces pugnas por los varones. Pero eso equivaldría a reprocharle que posea un fino detector de mentiras: la mayor cualidad de un novelista, según Faulkner.

Su gran saga Dos amigas, compuesta por cuatro novelas que narran los altibajos de la amistad entre Elena Greco y Lila Cerullo, dos muchachas crecidas en un arrabal de Nápoles, podría considerarse un himno a la sororidad, si no fuera al mismo tiempo un agudo retrato de la zorroridad, es decir, del antagonismo entre zorras, iniciado desde que ambas jugaban con sus muñecas. Lo paradójico es que las dos amigas nunca dejan de quererse, ni siquiera en mitad de sus altercados, y en vez de condenarlas, Ferrante se adentra en los claroscuros de su conciencia con una mezcla de ironía y empatía. En distintas etapas de sus vidas, tanto Elena como Lila descubren sagazmente los defectos y las flaquezas de la otra, sin advertir los propios, pero como se dicen lo que piensan sin cortapisas, su conocimiento mutuo les granjea una lucidez complementaria. Proust creía que la amistad era un sucedáneo fraudulento del amor, pero las novelas de Ferrante sostienen lo contrario: aunque en ellas el amor sea el bien supremo de la existencia, la autora tiende a verlo como un campo minado, donde los fantasmas de la infidelidad y el tedio acechan por doquier. La amistad resulta entonces una salvaguarda de los afectos que la guerra entre los sexos amenaza con destruir.

Otra de sus novelas, La vida mentirosa de los adultos, narra la educación sentimental de Giovanna, hija de un profesor universitario y de una traductora a quienes ve como irreprochables figuras de autoridad. El equilibrio psicológico de la adolescente comienza a resquebrajarse cuando descubre que su padre ha sostenido un largo adulterio con la esposa de su mejor amigo y su madre le paga con la misma moneda. A partir de entonces, Giovanna asume el papel de un severo juez que condena sin piedad la hipocresía de los mayores. La relación de autoridad se invierte y ahora son los padres quienes tienen que escuchar sus reprimendas. Pero al convertirse tiempo después en una linda muchacha de 16 años, Giovanna se enamora del novio de una amiga, fragua un plan para seducirlo y empieza a entender mejor las transgresiones eróticas de sus padres. Víctima de la misma fuerza incontrolable que los empujó a la infidelidad, la muchacha termina sucumbiendo a la doblez que más detestaba.  Ácida radiografía del nuevo mundo amoroso, esta obra maestra sugiere que la inteligencia emocional es un oxímoron incompatible con la ridiculez humana.

Un atractivo adicional para los lectores mexicanos de Elena Ferrante es que la mayoría de sus novelas transcurren en Nápoles, donde casi nadie se salva de tener vínculos directos o indirectos con la camorra. El gobierno del crimen en el México del siglo XXI nos ha familiarizado con esta situación y con los conflictos que desencadena: sacerdotes obligados a solapar los delitos de sus feligreses, querellas entre clanes que se disputan el cobro del derecho de piso, muchachas obligadas a conceder favores sexuales al capo del barrio, etcétera. Como si el escenario de sus ficciones fuera la sociedad mexicana contemporánea, Ferrante observa el trastocamiento de valores que se produce cuando las familias honestas acaban emparentadas con los matones.

La teleserie de la HBO Mi amiga brillante, basada en la saga Dos amigas, ha tenido un éxito enorme en Europa. Traducida a 42 lenguas y leída por millones de personas, Ferrante se ha vuelto por derecho propio una celebridad mundial. Como nunca da entrevistas ni aparece en público, la leyenda creada en torno suyo le ha redituado una gran popularidad. La descubrí tarde, tal vez porque mi prejuicio culterano contra el best-seller me ahuyentaba de su obra. No cometa usted el mismo error.

Opinión – Enrique Serna

 

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