La potencial destrucción que puede traer Trump

Esta semana una declaración de Trump, que reforzaba una idea central de su campaña a la presidencia, hizo temblar a nuestra moneda y a otras en el mundo y preocupó a varios países: la imposición de aranceles a todas las exportaciones que lleguen a Estados Unidos.

Trump ha encontrado en ese tema y con ese discurso una manera de conectar con la clase trabajadora que ha perdido millones de trabajos en las últimas décadas. La lógica trumpiana es que esos trabajos se perdieron cuando las empresas mudaron sus fábricas al extranjero gracias a acuerdos comerciales.

El economista, premio nobel y colaborador de The New York Times, Paul Krugman, publicó ayer en aquel diario un largo texto sobre esta obsesión trumpiana con las tarifas a las importaciones estadunidenses y cómo son una vieja obsesión del candidato republicano:

“El deseo de Trump de aranceles altos ha sido constante. En una entrevista el martes en el Club Económico de Chicago dijo: ‘Para mí, la palabra más hermosa en el diccionario es arancel’. Como presidente, se definió a sí mismo como ‘el hombre de los aranceles’. De hecho, impuso aranceles sustanciales cuando estaba en el cargo.

“Sin embargo, esas acciones fueron leves en comparación con los aranceles que propone ahora. Inicialmente sugirió un arancel de 10 por ciento a todas las importaciones, pero ahora habla de aranceles de hasta 20 por ciento (en Chicago incluso reflexionó sobre 50 por ciento). Quiere un arancel de 60 por ciento a las importaciones de China”.

Como tantas cosas con Trump, si llegara a ganar la elección, no está claro hasta dónde llegaría en esta ocasión. Pero una cosa está clara: una de las primeras pruebas será la revisión del T-MEC, en donde, con tal de cumplir lo prometido, las cosas no estarán sencillas. Y luego vendrán otras.

Krugman dice que no es un fan del libre comercio. Pero tiene claro que lo que pretende Trump sería un desastre. Así lo dice:

“Contras: los aranceles impondrían grandes cargas a las familias de ingresos medios y bajos. Probablemente no reducirían significativamente el déficit comercial y, de hecho, podrían perjudicar a la manufactura estadunidense. Y la acción arancelaria unilateral de Estados Unidos causaría estragos al fracturar el sistema de comercio mundial.

“Pros: no se me ocurre ninguno”.

Las encuestas señalan que la elección está más cerrada que nunca. Gulp.

Opinión -Carlos Puig

 

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