La pobreza Franciscana no es virtud republicana

A lo largo de la historia de la humanidad, el ser humano ha buscado diferentes métodos de desarrollar su espiritualidad y acercarse a Dios, creando incluso, disciplinas para demostrar su devoción, tal es el caso, de la orden Franciscana, fundada en el año 1209, perteneciente a la iglesia católica que sigue el ideario de San Francisco de Asís, la cual, cuenta con sus propios símbolos, pues, el hábito de la orden incluye un cordón con tres nudos que significan los votos de pobreza, castidad y obediencia, siendo que el de pobreza se realiza para llevar el estilo de vida que sostuvo su fundador, quien, habiendo nacido de una familia adinerada dedicada al comercio de textiles, en su juventud cambió todas las comodidades de su posición para, por voluntad propia, optar por una vida de austeridad.

Lo anterior, es virtuoso cuando se tiene la convicción y la fe de que dichas decisiones te ayudarán a desarrollar la espiritualidad, por otra parte, Charles Luis de Secondat, señor de Bréde y Barón Montesquieu, señala en su obra “El Espíritu de las Leyes”, que el elemento necesario para el desarrollo de una república, es la libertad, ya que, como refería Jean Jaques Rosseau en “El Contrato Social”, el hombre es bueno por naturaleza, y solamente se corrompe cuando es ingresado a una sociedad corrupta,  es por ello, que el pueblo debe ostentar la soberanía de un estado, para decidir su forma de gobierno, y cada individuo determinará, entre otras cosas, si quiere ser rico o pobre, nunca el mandatario.

Por otra parte, la administración pública, es la rama de las ciencias sociales que estudia y ejecuta la forma en la que el estado, representado por el poder público, administra los recursos humanos y materiales, con la finalidad de prestar los servicios a los que está obligado,  y se sujeta a principios constitucionales, entre los que caben destacar los de eficacia y eficiencia, siendo que la eficacia, consiste en la consecución de fines de interés general, buscando la mejor calidad de los servicios y la buena gestión económica, mientras que el principio de eficiencia complementa al anterior, e implica optimizar el uso de los recursos materiales y humanos para la consecución de los fines planteados, condicionando la toma de decisiones para lograr mayores logros a menores costos; siendo que, en el Estado Mexicano, en términos de  lo dispuesto por el artículo 80 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el ejercicio del Supremo Poder Ejecutivo de la Unión recae en un solo individuo, denominado “Presidente de los Estados Unidos Mexicanos”, que estas fechas, es Andrés Manuel López Obrador.

En ese sentido, todo el sistema económico  de administración pública mexicano se encuentra debidamente regulado, pues, la federación se subsidia de los recursos que percibe por diversos conceptos, siendo una parte fundamental las aportaciones que realizamos los contribuyentes al pagar derechos, servicios, multas y recargos que en su caso deben estar debidamente regulados en la Ley de Ingresos relativa al ejercicio fiscal correspondiente, así mismo, el ejercicio de dicho recurso se encuentra previsto en el presupuesto de egresos del ejercicio fiscal correspondiente.

Sin embargo, tanto en la iniciativa privada como en la administración pública, lo barato sale caro, pues si se busca tener servidores públicos preparados y eficientes, así como prestar servicios de calidad, se necesita invertir recursos materiales y humanos, por eso, el presumir una “austeridad republicana” solamente implica una terrible falta de visión y desconocimiento de las necesidades reales de la población mexicana, y pero aún es ver como dicho modelo se busca replicar, como si se tratara de un logro, cuando las consecuencias han sido terribles, pues los recortes a las diferentes áreas de la administración pública federal las han dejado inoperantes, generando crisis e incluso corrupción; máxime cuando el Gobierno Federal continúa percibiendo los mismos recursos que cuando “no era austero”, pues no ha habido condonación ni disminución de impuestos, y como ejemplo podemos tomar: la crisis de medicinas para los niños con cáncer, la crisis en materia de salud, la incapacidad para solventar la pandemia por Covid-19, siendo que a la fecha de redacción de esta columna se contaba con el registro oficial de 63, 819 mexicanos muertos por dicha enfermedad, el alto índice de desempleo,  que ha alcanzado a 21 millones 600 mil mexicanos en edad productiva, y sería una necedad intentar atribuir estas cifras a la pandemia por COVID 19, ya que se han realizado gastos no tan necesarios, como la inversión de 570 millones de pesos en compra de estadios de Base Ball, la inversión de 49 millones de pesos en el cambio institucional de los edificios y sucursales del Banco del Bienestar, la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural y la Secretaría de Bienestar, así como la ocurrencia, aún no bien estructurada, de la rifa del avión presidencial, en la cual, gran parte de los Mexicanos que participan, lo realizan por la coerción de pertenecer a la administración pública afín al partido del Presidente, Morena.

Y  si citar los anteriores ejemplos fuera poco, el Secretario de Hacienda, Arturo Herrera, informó en la reunión plenaria de legisladores de Morena, que los recursos económicos con los que contaba el Gobierno Federal como reservas, serán utilizados para absorber el impacto generado por la pandemia de Covid-19, por lo que debemos estar preparados, ya que México, vivirá la crisis mas fuerte desde 1932, época de la gran depresión.

Es por ello que, reitero, señalar la austeridad como una virtud de estado, es un terrible error del cual ya estamos viendo las consecuencias, lo que se debe fomentar es la libertad, la democracia y el fortalecimiento de las instituciones públicas, bajo un esquema de fiscalización que garantice el destino de los recursos al cumplimiento de sus objetivos, castigando la corrupción, pues el provocar que los recursos no lleguen a donde se necesitan es la principal fuente de miseria moral y económica.

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