Injusta justicia

“No sea goloso” son las palabras que le dijo el juez al padre de tres hijas secuestradas y brutalmente mutiladas, refiriéndose a la detención de los secuestradores.

 

“Ya hay seis personas detenidas por el caso de sus hijas, dese por bien servido porque que hay miles de víctimas que nunca ven a su agresor detrás de las rejas”, remató.

 

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Tiene dos años y llegó a una casa cuna por segunda vez. Estaba en su domicilio dormida, mientras sus papás tomaban bebidas alcohólicas con amigos en la casa. Uno de ellos entró al cuarto de la niña y la violó. La valoración del médico legista confirma que hubo penetración y que el agresor era VIH positivo. Después de tres semanas de tener a la niña en el centro, un juez determinó que, dado a que la agresión no había venido de un familiar, había que reintegrar a la niña con su familia. La niña fue entregada a sus papás por segunda vez sin valoración psicológica ni la terminación de su tratamiento profiláctico de VIH.

 

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Conoció al verdadero homicida dentro de prisión. Tiene una sentencia de 47 años, pese a que el verdadero homicida ya confesó; está en la cárcel con él por otro delito. Lleva 18 años en la cárcel por un delito que no cometió. “No tengo tiempo para ver los detalles de su caso”, fue lo que le contestó el juez a su familia.

 

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La justicia en este país no ayuda ni a las víctimas ni a los victimarios. La corrupción sistematizada y la impunidad aceptada, ya cruzaron todas las barreras.

 

Se habla de la búsqueda de paz, pero sin verdad y justicia, es imposible. ¿Cómo apostar por un México donde no prevalezca la violencia cuando no es posible garantizar el Estado de derecho?

Hace un año, el ministro Arturo Zaldívar hizo una serie de propuestas que no se han aterrizado: 1. Fortalecer las facultades del Consejo de la Judicatura de la Federación para combatir con mayor eficacia la corrupción y llevar la justicia a la gente más pobre del país; 2. Generar un nuevo perfil de jueces y juezas más cercanas a la gente, más capacitados y más sensibles, 3. Establecer una escuela judicial en la que se vayan formando todos los cuadros del Poder Judicial generando por primera vez una auténtica carrera judicial, 4. Buscar un nuevo perfil de defensores públicos que sean verdaderos abogadas y abogados de los pobres, que logren llevar la justicia a los rincones más alejados del país, a la gente más olvidada, los más discriminados, y a aquellos que han perdido la esperanza en la justicia.

Las propuestas son plausibles. Pero, como otras tantas veces, falta ponerlas en práctica. Lo planteado resulta urgente. Es momento de ver hacia adentro. Es momento de aceptar un fracaso dentro de nuestro sistema de justicia penal y empezar a reparar.

 

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Hace un par de días el presidente Andrés Manuel López Obrador criticó el sistema de justicia penal. “No predomina la idea ni la voluntad de justicia”, dijo. Tiene razón.

No sé qué esperamos como país, como sistema de justicia, para priorizar el Estado de derecho. No sé a qué jugamos, o que pretendemos a mediano o largo plazo. Hoy más que nunca es momento de redefinir la justicia en México. Porque el sistema de procuración e impartición de justicia que tenemos, es todo menos justo.

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