“Pobre patria mía” Retrato literario de Porfirio Díaz
Hablar de Porfirio Díaz es hablar de progreso, de modernidad, del ferrocarril, de pragmatismo, de administración, de las Bellas Artes, de Francia, de relaciones, de diplomacia, de deferencia, de tiranía, de gloria, de negociación, del “mátalos en caliente”, de historia, de revolución, de México. Es una de las figuras más importantes de toda la historia nacional y sin embargo, una de las más estigmatizadas. Si bien Díaz protagonizó una etapa decisiva en la vida pública del país, también transformó la forma de gobernar e incluso estableció pautas que se repitieron en los años posteriores a su mandato. Pese a esto, Don Porfirio fue un hombre sensato que supo en qué momento la nación ya no lo necesita y decidió partir hacia Europa, con el fin de retirarse de la vida pública.
La novela de Palou sobre Porfirio Díaz, se sitúa en la etapa de su exilio, tras la renuncia al cargo. Esta es una época en la que, muy seguramente, Don Porfirio pudo evocar pacíficamente las decisiones tomadas durante las tres décadas anteriores. Se trata de una remembranza de sus acciones, el cómo se internó en la política y cuáles fueron sus objetivos y limitantes. Por un lado, se consideraría a Juárez como el antagónico de Díaz, sin embargo, se hace patente que esto es un error, pues aún después de la muerte del Benemérito, Díaz trata de reconciliarse con dicha figura, creando un monumento en su nombre y compartiendo momentos con su familia.
Por otro lado, los recuerdos de Díaz sobre Oaxaca muestran su lado más humano, en donde puede vislumbrarse la figura de un provinciano que conoce a profundidad la conformación de territorio y que se sabe a sí mismo como parte de él. Quizá uno de los más grandes enigmas que encierra Don Porfirio es su indudable capacidad gubernamental. Dicho periodo se caracterizó por un auge económico sin precedentes, que trajo consigo modernidad y desarrollo para México, pero al mismo tiempo, marcadas diferencias socioeconómicas entre la población.
Es innegable que Juárez jugó un papel determinante en la vida de Díaz, quizá de manera indirecta. Ambos sujetos supieron “manipular” a una nación que muchos creían primitiva, casi ingobernable; sus dotes políticos y militares podrían pasar como simples atribuciones de hombres capaces, sin embargo, su vida personal tiene repercusiones directas sobre su vida pública. Díaz, al igual que Juárez, salió de una comunidad rural, es decir, de los rincones más profundos de México. Con una raza mestiza, mezcolanza de peninsulares, indígenas, criollos, etc. En él se conjugaba la raza mexicana (en palabras de José Vasconcelos); en él confluyen diversas áreas y pensamientos, propios y extraños. El puente entre Europa y América se materializó en él.
Si bien, era un hombre totalmente patriota, que trató de crear un sentimiento nacionalista en México, buscando una identidad propia, muchos creyeron que dejaba de lado la soberanía nacional y daba prioridad a los extranjeros. Muchos le recriminaron el enorme poder autoritario y personal que ejercía en el cargo y él mismo lamentaba ser el enemigo público de un país en vías de desarrollo, que no reconoce su labor transformadora ni se permite ver que, de no ser por su trabajo y decisiones, nunca habría logrado el esplendor alcanzado hasta ese momento. Al igual que muchos personajes históricos, Díaz lamenta la ingratitud del pueblo mexicano.
En conclusión, Díaz fue uno de los pocos presidentes que logró encaminar a México al desarrollo y la modernidad; su conocimiento de la nación y sus dotes político-administrativos son innegables, pero no se debe olvidar que durante su mandato se fueron tensando las discrepancias políticas y acentuando las diferencias socioeconómicas entre lo población. Sin embargo, Díaz en el poder significó un momento de lucidez en México, momento que ni el más optimista hubiera profetizado para un país aparentemente ingobernable desde hacía décadas atrás.
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