Un mundo feliz: Aldous Huxley

“Un mundo feliz” es una de las obras más famosas de Huxley, tanto por su fluida narrativa (considerada un clásico de la literatura) como por tocar uno de los temas que mayor impacto provocan en los seres humanos: la búsqueda del mundo ideal. A diferencia de otras obras, Huxley plantea la posibilidad de un planeta en donde las cosas  funcionan correctamente; esto debido a que cada individuo asume una responsabilidad específica de forma gustosa, por lo que están cubiertas todas las necesidades que la sociedad requiere. Entonces ¿mientras que cada quien se encargue de una tarea particular estarán cubiertos todos los requerimientos de la sociedad en su conjunto? O dicho de otra manera ¿es necesaria e indispensable  la burocratización social para el correcto funcionamiento del mundo?

 

La historia gira en torno a un individuo salvaje (llamado así por no pertenecer a la urbe, sino provenir de la selva al margen) que es introducido a la civilización casi por mero accidente, y una vez dentro, se despierta en él un reflejo claustrofóbico, síntoma de la abrumadora frialdad con la que todo está organizado: cada habitante ocupa un lugar determinado, en una “clase social” específica, con tareas muy bien definidas y todos consumen una droga que funciona a modo de paliativo. Con esto quedan saciadas las necesidades primordiales de todos los seres que ahí habitan y que pueden estar seguros de ocupar un espacio que los hace indispensables de manera momentánea.

En primera instancia, los humanos son producidos semi-artificialmente, cada uno de ellos con un destino específico, es decir, funciones a desempeñar y clase en la que se ubicará. Es una predisposición de los individuos para crearlos lo más aptos posibles para la tarea a realizar; esto significa que, dependiendo de las características físicas e intelectuales, serán ubicados en el sector que mejor le convenga a la sociedad en su conjunto. De esta forma se logra un equilibrio en todos los sentidos, pues nunca hay excesos ni carencias en ninguna parte. Sin considerar que es utópico, Huxley plantea una situación en la que apuesta todo el funcionamiento de la sociedad a un solo factor: la burocratización; y parece ocuparse de todos los posibles detalles divergentes.

La discrecionalidad (característica presente en toda organización burocratizada, que permite a los individuos tener cierto margen de acción dentro de sus tareas asignadas) se ve mermada con el constante consumo de Soma, la droga recurrente en todos los habitantes. Sin embargo, el mundo de Huxley no está exento de dicha cualidad, pues cada individuo elige la dosis a administrarse, el momento de hacerlo, y las acciones pre y posteriores, sin olvidar que, pese a los intentos de los dirigentes por eliminar todo rastro de naturalidad, los habitantes conservan una pizca de humanidad. Es aquí en donde cabe la posibilidad de un descuido no previsto, pero que en caso de suceder hay medidas que los controlen.

Por otra parte, la sociedad está marcadamente dividida, pero son ellos mismos quienes se encargan de continuar y acentuar dicha división. Utilizan métodos que predisponen a los sujetos desde muy temprana edad a aceptar su condición social y desempeñar sus funciones de la manera más gustosa, nunca anhelando ser algo más, algo menos u otra cosa. En el mismo sentido, arrancan de ellos todo sentimiento natural, humano. La familia es una cosa espantosa, haber sido engendrado naturalmente es sinónimo de bajeza, pero conservan el instinto más primitivo en los animales: el sexual. Este funge como un escape que, aunado al soma, satisface casi por entero las necesidades de los individuos y pierden con ello todo afán de búsqueda, de creatividad; se conforman y aceptan su entorno inmediato, lo que a sus ojos es real.

El salvaje que aparece en la historia no es más que el elemento perdido del humano burocratizado, como un ente vagante que permanece, más no permea; inmutable en las entrañas de la misma organización, se hace presente y después se desvanece, aparece y se esfuma, como quien yerra al saludar, pero al saberse sin cabida dentro de ese mundo, prefiere el destierro, la marginación; pues no compagina la fría precisión de la aparente libertad, con la vergonzosa naturalidad humana, que las mismas características de la estructura no pudieron  borrar.

 

En conclusión, la sociedad planteada en “Un mundo feliz” muestra una organización eficaz, que permite a todos convivir en paz y plenitud. Sin embargo, Huxley juega con los elementos humanos de los individuos, dejando que dentro de ellos mismos deambule la sombra de su naturaleza real. En otras palabras, muestra que todo intento de organización eficaz no debe dejar de lado el sentir humano presente en todos los individuos y que, pese a los intentos por reprimirlo, éste siempre aflorará, expresándose de una u otra forma, ya sea con la capacidad de tomar decisiones fuera del marco jurídico, o con la simple inclinación a un lado más humanista, con lo que devienen toda una serie de acciones que bien, pueden ser perjudiciales o benéficas para la organización. En este sentido, la burocratización social no garantiza el funcionamiento eficaz de la misma.

 

 

 

 

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